XVII (Mirage)
Gerrard había regresado a su antiguo hogar. Tras meses de estar entrenando con Multani y conocer a Rofellos y Mirri, al fin había vuelto a Jamuraa. Por sugerencia de Rofellos, los tres habían regresado a la tierra de Sidar Kondo. Sin embargo, sólo regresaron para ver la aldea en ruinas.

– Lo lamento Gerrard… no sabía que tu hogar se encontraría así.
– No es tu culpa Rofellos… Simplemente aún entiendo por qué querías que regresáramos.
– Multani me habló de tu herencia, tu legado. El creía que…
– No quiero seguir ese camino y lo sabes.
– Quizá huir o evitarlo fue lo que causó que tu pueblo fuera arrasado – intervino Mirri.
Gerrard recibió con enojo éstas palabras, en especial viniendo de su amiga. No hacía mucho tiempo que había sentido la necesidad de regresar y recuperar la Vara Nula y el Pendiente de Reloj de Arena, sin embargo, su voluntad peleaba contra esa idea.
– Tratemos de encontrar esas reliquias – sugirió Rofellos.

– ¡Aquí! – Gritó Mirri.
El corazón de Gerrard dio un salto. Lo que había encontrado Mirri era un gólem de plata. Rofellos y Mirri lo levantaron. Parecía dormido.
– Karn… – Musitó Gerrard.
– ¿Lo conoces? – preguntó Rofellos.
– Si… es el gólem que cuidaría de mis cosas.
– Parece “apagado”… Mirri, suéltalo.
Karn quedó inmóvil erguido ante los tres. Gerrard llevó la mano a su pecho y una luz salió de Karn, abriendo los ojos. Karn cambió su semblante tranquilo adoptando una posición ofensiva y gritó.
– ¡Vuel! – Karn soltó un alarido mientras empujaba con una onda de poder a Mirri, Rofellos y Gerrard.
Con asombrosa agilidad, el gólem saltó hacia Gerrard, que estaba en el suelo tras la embestida.
– ¡Karn! ¡Soy yo! ¡Gerrard!
Karn se detuvo. Confundido, levantó a Gerrard y miró a su alrededor. Toda la aldea estaba en ruinas. Karn de pronto empezó a escarbar, con gran facilidad, buscando.
– ¡Vuel! ¡El cofre!
– ¿Qué pasó aquí, Karn?
– ¡No están!…He fallado…
Karn se dejó caer, con su mirada perdida.
– Mucho pasó desde que Sidar Kondo hizo que pudieras escapar, Gerrard… – Karn seguía mirando al suelo.
– Cuéntanos, máquina – pidió Rofellos.

“Tras la iniciación fallida de Vuel, a ti y a él les esperaban diferentes suertes, pero igual de trágicas: para ti la muerte, y para él, destierro. Sidar Kondo, fiel a la tradición, haría cumplir las sentencias, sin embargo, a ti te dejó escapar, haciendo que fueras a Yavimaya… a Vuel, por el contrario le haría pagar. Su lugar en el mundo, como líder de hombres, le había sido negado. ¿Recuerdas a tu antiguo maestro, Starke? Él también desapareció al poco tiempo de que Vuel fuera desterrado… Paso algún tiempo y una noche alguien entró a la tienda donde yo custodiaba tu legado. Tuvieron que haber sido más, logré noquear a uno al menos, pero sólo fue un distractor pues los artefactos habían desaparecido. Se lo comuniqué a Sidar Kondo y me comentó que estaba preocupado, pues a lo largo de la estepa de Jamuraa llegaban noticias de que una banda de mercenarios y ladrones estaba atacando villas y pueblos, y temía que su hijo estuviera involucrado. Acordamos que yo les seguiría la pista. No fue difícil ubicarlos. Durante la noche, en su campamento entré. Me di cuenta de qué los temores de Sidar Kondo eran correctos. Y peor aún, Vuel era el líder de aquellos mercenarios y me estaba esperando. Su nivel de crueldad había crecido. Me presentó a su “gólem”… una burla hacía mí y hacia tu legado… Un hombre, con su abdomen cosido a carne viva, tenía las piezas dentro… Los sanadores de Vuel lo mantenían con vida… Vuel fue cruel, me dijo que si quería los artefactos de Gerrard, tendría que acabar con la vida de aquel pobre… y sacar de sus entrañas lo que yo debía proteger. Me llamó débil… me dijo que había fallado en mi propósito… le creí.”

– Horrible – Dijo Mirri.
– En verdad los hombres pueden hacer cosas impensables – comentó Rofellos.
– Si no me hubiera ido… – dijo Gerrard, bajando la cabeza.
– No hubieras podido hacer mucho. Sidar Kondo te envío para que entrenaras aún más, y ¡mírate! llegas como un hombre. – le dijo Rofellos. Gerrard sonrió sin ganas.
– Karn, ellos son Mirri y Rofellos – el gólem sonrió e hizo una reverencia.
– Mucho gusto… ¿pero qué pasa?
El elfo y la guerrera felina voltearon hacia el cielo. Gerrard y Karn también lo hicieron, pero nada vieron.
– Algo se aproxima, y rápido – dijo Mirri.
– ¡Vamos rápido a esos árboles! – gritó Rofellos – ¡Rápido!
Fue demasiado tarde, pues la Weatherlight ya volaba detenida sobre sus cabezas.
XVIII (Mirage)
– Mi nombre es Sisay, soy la capitán del Weatherlight. Necesito al gólem de plata.
Para Gerrard no habían sido buenas palabras de presentación. Acababa de enterarse de que Vuel, aquel que había considerado casi un hermano de sangre mientras ambos crecían, había robado las reliquias que su familia le había dejado como legado, además de matar a su propio padre adoptivo. Y de la nada aparece una nave que reclamaba a Karn, el encargado de proteger tales reliquias.
– No creo que puedas simplemente llegar y reclamarlo. Karn es diferente a cualquier gólem que te encontrarás. Él puede pensar por sí mismo y no creo que él quiera irse contigo. Además no sería tan fácil… ¡Mirri! ¡Rofellos!
La guerrera felina y el elfo adoptaron posición de ataque, sin embargo Karn permanecía inmóvil.
– Karn… amigo… sé que no matarías, pero nos harías un favor si al menos noqueas.
– No Gerrard… Me iré con ellos… y tú también deberías…
– ¿Qué dices? – pregunto Gerrard volteando a ver al gólem
Se escuchó un “pum” y luegose volvió todo negro.
– Disculpen, puede ser muy poco diplomático. – La voz de Rofellos llenó los oídos de Gerrard.
Gerrard comenzó a despertar. Vió a Rofellos, a Mirri, Karn, la capitán, un minotauro, un goblin, una sanadora y al final, posó su mirada en la atractiva rubia que lo veía. De hecho, todos lo miraban.
– ¿Qué miran? – preguntó Gerrard, molesto.
En ausencia de Gerrard, Karn había hablado con Sisay, Hanna y Orim. Estaba claro para Karn lo que sería su misión. Su nueva misión. Platicaron un largo rat, acerca del Amo de las Máquinas, del Arma Legado, de las reliquias de Gerrard.
– ¿Cómo te convencieron, Karn?
– Observa este tomo – le dijo mientras le entregaba el libro, el tomo Thran.
– No entiendo nada, ¿Qué dice?
– Al menos ve las imágenes que vienen en él.

Distinguía algunas. La verdad, no había tenido mucho tiempo en sus manos sus reliquias como para recordarlas a detalle, pero un diseño sobresalía: el diseño del gólem. Karn aparecía en el pesado libro.
– E incluso se me describe por nombre. Mira: Karn dice.
– No entiendo lo que dice.
– No tengo por qué mentirte. – dijo el gólem.
– ¿Qué buscas? – preguntó Gerrard, dirigiéndose a Sisay.
– Al principio sólo venganza. Pero ahora entiendo, gracias a mis amigas Hanna y Orim, que esto es más grande que yo y que podríamos derrotar al Amo de las Máquinas… podríamos derrotar a Phyrexia. Proteger a Dominaria. Hemos conocido mucha gente a lo largo de nuestros viajes, ellas por un lado y nosotros por otro – Se dirigió a Squee y Tahngarth. – Aún estamos aprendiendo, todos nosotros. Hasta hace un día no sabíamos cómo hacer que la Weatherlight pudiera volar. Hanna logró descifrarlo.
Los ojos de Gerrard se posaron en Hanna, la ingeniera rubia. Gerrard sonrió. Mirri lo notó y celosa, interrumpió.
– Gerrard, no deberíamos seguir a otros… No es nuestro propósito.
– ¿Cuál es entonces? ¿Cuál es nuestro propósito, Mirri? – Preguntó Rofellos – Desde que Multani se fue, no hemos hecho más que viajar… para descubrir que los artefactos que todos buscamos son los mismos. Por algo nos encontramos, no es casualidad. Es destino.
Mirri se sintió ofendida. Esperaba apoyo de Rofellos, al menos. Sin importar a dónde se dirigiera, Mirri seguiría a Gerrard.
– ¿Qué dices, humano? – le pregunto Rofellos a Gerrard con una sonrisa.
Gerrard se sentía presionado de seguir un destino que no quería para él. Además esas reliquias nunca las había visto como suyas. Sentía más rabia contra Vuel por haber matada a Sidar Kondo, el hombre que había sido como un padre para él. Si al encontrar los artefactos encontraría a Vuel, entonces se unirían.
– Muy bien. Sus investigaciones y descubrimientos los trajeron aquí, a Jamuraa. Si Karn lo acepta, quién soy yo para detenerlo. Esos artefactos fueron un legado de mi familia.
– También esta nave es un legado de mi familia – le dijo Sisay. Gerrard le sonrió.
– Bien, entonces ¿dónde podremos encontrar esas reliquias? ¿dónde podemos encontrar a Vuel?
Fueron días productivos para toda la tripulación. Todos estaban mejorando sus técnicas o aprendiendo nuevas. Todos, excepto Squee. Su habilidad culinaria dejaba aún mucho que desear.

La tripulación crecía y se integraba, pero con ello aparecían roces. Para empezar, Sisay como capitán competía con la habilidad nata de Gerrard para liderar y dar órdenes. Pero su experiencia navegando era mayor que la de Gerrard, y vieja lobo de mar, supo darle actividades para calmar su ansía productiva. Gerrard y Mirri enseñaban a la tripulación técnicas de combate. Aunque, hasta ahora, la tripulación no se había visto en la necesidad de pelear, Gerrard sabía que necesitaban entrenamiento para poder enfrentarse a Vuel. Tahngarth, como segundo al mando, resultó ser el mejor alumno para el combate, pero no veía con buenos ojos a Gerrard. No confiaba en él y no escondía su sentir. Tahngarth le recordaba a Gerrard quién era la capitán y a quién debía de obedecer en una orden.
Gerrard centraba además su atención en Hanna, lo cual hería a Mirri por dentro. Mirri sugirió que ella debía llevar el entrenamiento de las mujeres y Gerrard el de los hombres. Tahngarth no le hacía fácil el entrenamiento a Gerrard y Mirri no se lo haría fácil a Hanna.
Orim aprendió mucho de Rofellos y de magia curativa élfica. Por su parte Karn hizo muy buena amistad con Hanna. Como ingeniero artífice, estaba asombrada de la capacidad de Karn para aprender nuevas cosas sin necesidad de programación autómata. Además, Karn leía y sabía de poesía. Pasaban horas hablando, Hanna preguntándole sobre su creador, a lo cual Karn no sabía que responder, pues sabía su condición de gólem, pero él no recordaba más allá de su misión básica que era proteger el legado de Gerrard. Karn, por su parte, le preguntaba acerca de la Weatherlight, de sus componentes y cómo funcionaban. Karn sentía gran empatía por la nave y queriendo saber más de ella, comenzó a tomar las clases que Orim y Hanna le daban a Sisay para poder leer el tomo Thran.
– Has avanzado mucho Karn, muy rápido.
– Muy amable de tu parte Hanna. Tengo una pregunta ¿Quién crees que escribió éste libro? Me has dicho que es posible que tu padre te haya dejado el diario de Jodah, pero ¿quién habrá escrito el tomo Thran?
– Al estar escrito en lenguaje thran, pues supongo que fue esa civilización… pero estamos hablando de miles de años… Las pruebas de carbono que hice de la nave y a ti, muestran que tu plata tiene cerca de mil años de antigüedad y la nave Weatherlight alrededor de 900 años.
– Pero yo sólo tengo memoria desde que llevé a Gerrard con Sidar Kondo… alrededor de 20 años.
– Es posible que tu memoria haya sufrido un reseteo… ¿llevaste las reliquias de Gerrard? Cuéntame más sobre él.
– Yo mismo podría contarte sobre mí – Dijo Gerrard, que acababa de entrar al comedor. Hanna se puso roja. – ¿Qué quieres saber? Yo mismo te diré todo.
– Bien… estábamos hablando de tu legado, del legado de tus padres… quizá después hable contigo de cosas más personales.
– Me agrada como piensas Hanna. Bien, la verdad es que fui criado por Sidar Kondo sin saber de esos artefactos. Incluso sin saber de Karn. Al conocerlo, Karn me dijo que era una especie de niñera…
– De guardián – interrumpió Karn.
– Si… como sea, durante el tiempo que crecí en Jamuraa, no hubo más peligro que la picadura de algún bicho o planta venenosa. Nada del otro mundo. De hecho vi los artefactos, pero no los he tocado… no recuerdo ni como son.
– Fue mi culpa no haber dado tiempo para que los conocieras y te familiarizaras con ellos. – agregó Karn un poco inquieto.
– Descuida Karn. Ya los encontraremos. – dijo Gerrard.
– Es mi sentir, que buscas más venganza hacia Vuel… no te interesan los artefactos. – indicó Karn
– ¿Vuel? ¿De qué hablan? – preguntó Hanna
– Después te contaré sobre eso Hanna, lo prometo.
– Hanna, he llegado a la parte dónde hablan de los artefactos que conforman el Legacy Weapon, la Arma Legado… menciona los artefactos que pertenecen a Gerrard… ¿crees que sea posible que la herencia de Gerrard, su legado, sea esa arma?
– No podría asegurarlo. Lo que sí es cierto es que tanto la familia de Sisay como la tuya Gerrard, les dejaron a su cuidado estos objetos… Sus familias estaban al tanto de el Amo de las Máquinas… y quizá por eso los padres de Sisay fueron asesinados… quizá ese Vuel que mencionan robó tu legado por órdenes de alguien.

Sisay, Gerrard y Karn pasaban el tiempo decidiendo qué hacer, pues en los puertos que habían visitado de Jamuraa nadie parecía saber de Vuel. Tahngarth y Rofellos incluso fueron en misiones de incógnito, adentrándose a las estepas del continente, con la intención de conocer el paradero de los artefactos o del hermano de Gerrard.
– No hay rastro. – Comentó Tahngarth a Sisay.
– Da la orden e iré. Sabes que soy buena rastreando – Dijo Mirri a Gerrard.
– Aquí las órdenes las da la capitán Sisay.
– Tranquilo Tahngarth, no pasa nada. – Sisay dijo, calmando a Tahngarth. Se dirigió a la guerrera felina – Mirri, aquí en Jamuraa no hay gente felina. El hecho de que estuvieras merodeando pondría nerviosa a la población. Sabrían de ti.
– Pero sé pasar desapercibida. Además eso que dices no es del todo cierto… He escuchado que hay guerreros felinos provenientes de Urborg…
– Sisay tiene razón, Mirri. No sabemos a quién tiene comprado Vuel, si es que sigue por aquí. Mejor utilizar tus habilidades ya cuando tengamos algo concreto. – Sentenció Gerrard.
– Tahngarth me respaldará con esto – Interrumpió Rofellos – algo pasa aquí en Jamuraa. La gente está asustada, y no por ver a un minotauro y a un elfo saltando por ahí.
– Yo no saltaba… – dijo Tahngarth, extrañado.
– Es una expresión “Cuernos”. Hay una guerra más adentro de la costa. Muchos pueblos están destruidos, pero no todo fue obra de Vuel y sus mercenarios. – sentenció Rofellos.
– En eso “Orejitas” tiene razón – prosiguió Tahngarth, devolviendole el apodo al elfo – La gente no mencionaba a Vuel, pero tenía miedo.
– Bueno, aquí las señoritas tienen un plan – dijo Gerrard, viendo a Hanna y Orim.
El plan de Hanna y Orim era simple: haciéndose pasar por mercaderes y como compradoras, visitarían algunos establecimientos para ver si los artefactos habían sido ya vendidos al menos, o circulaban por el mercado de objetos robados. Serían escoltadas por Gerrard y otro miembro de la tripulación, para darles un aire de aristócratas de tierras lejanas. Sisay fungiría como intérprete, por si se ocupaba.
Durante la mañana habían ya recorrido bastantes tiendas, pero sin éxito. Hanna y Orim, ayudadas por Sisay, describían el tipo de artefacto que buscaban. Si alguno se parecía, Hanna lo examinaba, pero todos habían sido artefactos simples, no llenos de magia.
– Esto no está resultando. – Dijo Sisay.
– Sólo estamos llamando la atención – dijo Gerrard – dando a entender que son mujeres con dinero en un país empobrecido. ¡Ugh!
Alguien había lanzado una piedra directamente a la cabeza de Gerrard, tumbándolo al piso.
– ¡Gerrard! – gritó Hanna
Cuatro hombres se acercaron a las mujeres con intención de robarlas, llevaban palos y piedras.
– ¡Detrás de mí! – gritó el tripulante que hacía de guardia junto a Gerrard.
Con una agilidad asombrosa, el hombre dio cuenta de los cuatro hombres. Quizá utilizando fuerza desmedida, pues mató a dos de ellos.
– ¿Están bien? – preguntó.
– Si, gracias. – Dijo Orim.
– Bien hecho soldado. ¿Cómo te llamas? – preguntó Sisay.
– Crovax, capitan.
– Buenos… Buenos movimientos, Crovax – Dijo Gerrard ya levantándose.
– Sugiero que nos retiremos. La gente está un poco alterada. – comentó Orim. – Y aunque sean buenos peleando, una muchedumbre sería contraproducente.

Regresaron a la Weatherligth con las manos vacías y sin indicios claros de dónde comenzar. La noche cayó y Sisay escribió en su bitácora lo que había ocurrido. Acostumbraba a anotar detalles ya sea sobre los puertos que atracaban, algún lugar para comer bien, pequeñas cosas. Pero ahora estaba anotando sobre el miembro de la tripulación llamado Crovax que, extrañamente, ella no había visto. Quizá su mente había estado demasiado ocupada con toda la carga de información de los últimos meses. “Mañana le preguntaré a Thangarth acerca de ese Crovax”, pensó. Estaba ya a punto de dormir cuando algo la levantó. Ante ella apareció una imagen que le dirigió unas palabras.
– Sisay, mi nombre es Teferi y necesito tu ayuda.

תגובות