Stronghold
2
Volrath empezó a buscar a lo largo de la fortaleza el lugar donde podrían estar los intrusos. Utilizando un artefacto de cristal, observaba cada una de las salas del complejo. Finalmente los encontró y, por un momento, su semblante se tensó. Lo que vio no le agradó. Gerrard y compañía estaban ubicados en la sala donde se reunía con los embajadores y generales, que su amo y creador enviaba, para ultimar detalles para lo que sería una invasión planeada por siglos a Dominaria. A Volrath le gustaba pensar que era amo y señor de la Fortaleza, pero él sabía que esa cuestión no era del todo cierta. Había poderes aún más grandes que él. Pero Volrath tenía un plan.

“No importa lo que lleguen a investigar Gerrard y los demás… no podrán detenerme”, pensó el evincar. En ese momento una alerta a lo largo de la Fortaleza le indicó que la batalla entre las fuerzas de Eladamri y sus moggs había comenzado. “Habían sido meses de hastío e inactividad… que bueno que ya hay algo de movimiento” pensó Volrath.
– ¡¿Qué demonios tocaron?! – preguntó Starke, quien está acostumbrado a pasar desapercibido. – ¡La alarma está sonando!
– No es una alarma de intrusos. Es un aviso de que la Fortaleza está siendo atacada – contestó Crovax.
– Debemos movernos rápido. – indicó Mirri – siento que estamos siendo vigilados.

El sonido de la alarma insertó en Crovax la idea de encontrar a Selenia. “Deberá de salir y esta vez será mía”, pensó.
– Hay que movernos y rápido. Starke, guíanos a las prisiones. – ordenó Gerrard, quien se ponía nervioso con cada paso que daban.
El grupo pasó inadvertido en las siguientes salas, hasta llegar a un puente.
– Es ahí. – indicó Starke – Pasando este puente, están las prisiones. Debemos tener cuidado.
– ¡Corran! ¡Rápido al otro lado! – los sentidos aumentados de Mirri le habían indicado que el puente no era roca dura, sino fluido. Gerrard quedó atrás.
El puente comenzó a atacar, mientras Gerrard esquivaba o detenía los embates con su espada. De un tajo, la espada de Gerrard cortó parte de la estructura del puente haciendo que el fluido retrocediera. Esto le dio tiempo de pasar al otro lado.
– Esperaba una pelea, pero no creí que estaría luchando contra la propia fortaleza. – Gerrardbromeó, pero los demás no rieron.

Al fin, el grupo llegó a las mazmorras. Solo un par de moggs custodiaban la entrada a las celdas, quienes tuvieron la desdicha de toparse con Crovax. El grupo revisó las celdas y encontró a Karn delirando. El pacífico gólem había sido torturado y forzado a matar cientos de moggs.
– ¡Karn! ¿Me escuchas? – Gerrard trató de hacer entrar en razón al gólem.
– No… no más… no más muerte.
– Está delirando. Miren toda la sangre que está alrededor de él. – indicó Mirri, asqueada.
– No fue tu culpa Karn. Ya eres libre.
– No podré ser libre de mi conciencia, Gerrard. Me perseguirá por el resto de mis días.
– Necesitamos tu ayuda. Te prometo que ya no estarás en esta situación. Podrás elegir.
– Bien. Vámonos. – Karn se levantó poco a poco y, todos, se dirigieron a buscar a Tahngarth.

La tripulación bajó un par de niveles más, hacia dónde escucharona Tahngarth, o al menos lo que quedaba de él. Volrath había ordenado su pronta transformación en el segundo al mando del Predator, la nave del mismo evincar. Tahngarth quedaría bajo las órdenes de Greven il-Vec, pero necesitaría ser moldeado a la manera de Rath. El orgulloso y vanidoso minotauro había sido torturado y deformado, haciendo que su apariencia cambiara. El cuerpo de Tahngarth estaba distorsionado, más musculoso, sus ojos habían cambiado a color amarillo y su pelaje de macho era ahora color blanco con café. “Serás mi vaca” le había dicho su torturador. Encontraron a Tahngarth rodeado de espejos y mutilado con cicatrices.

– ¡Atrás! No me vean… estoy horrible. Volrath ha acabado conmigo… dejando sólo una cicatriz.
– Sigues siendo mi segundo al mando – respondió Gerrard, quien sintió pena por su vanidoso amigo.
– Es tu persona la que te define, no tu apariencia – comentó Mirri.
– No podemos quedarnos mucho. Hemos venido por ti. Karn ya está con nosotros. – soltó Crovax.
– Bien… debo recordar que estamos aquí por Sisay… es bueno saber que estás vivo, Gerrard.
– Gracias, amigo. Vámonos.
Ya no eran un grupo compacto, pero necesitaban saber si Sisay también estaba dentro de esas celdas. Gerrard le pidió a Karn que buscara a Sisay en las celdas contiguas.
– Una disculpa Gerrard… no puedo estar más en estas celdas… me recuerdan lo que hice. – respondió el gólem.
– Descuida Karn. Puedes salir de las mazmorras, pero cuidado con el puente. No lo cruces.
– Quizá yo debería hacer lo mismo – comentó Tahngarth – No quiero que lo primero que vea Sisay sea a mí.
– Se alegrará de vernos, créeme. – atajó Mirri.
– Estaré alegre en cuanto le ponga mis manos a ese Volrath. – respondió el minotauro, apretando los puños.
Gerrard y Mirri se adelantaron, mientras que Starke y Crovax, en la retaguardia, cuidaban sus espaldas. Al bajar, Gerrard y Mirri descubrieron un laboratorio y dentro de una de las cámaras vieron a Sisay, la capitán de la Weatherlight.
– ¡Sisay! – gritó Gerrard – ¡Starke! ¡Crovax! ¡La encontramos!
– Está conectada a todas estas máquinas… pero parecen apagadas – indicó Mirri.
– Bien, entonces no habrá problema si las rompemos.

Gerrard y Mirri tumbaronel tanque en donde se encontraba la mujer. El cristal se rompió y Sisay comenzó a toser y a respirar.
– ¡Amiga! ¿Estás bien?
– Yo… yooooooo…
No era Sisay.
Un cambiaformas con la forma de Sisay atacó a Mirri y Gerrard por sorpresa. Estaban tan contentos de haber encontrado a su capitán, que el cambiaformas los tomó con la guardia baja. Sin embargo, Crovax sujetó a la criatura y Starke acabó con su existencia.

– No es ella, no se preocupen… sino uno de esos shapeshifters. – soltó Starke, al ver la cara de Gerrard y Mirri.
– Si, su aroma no es el de ella. – confirmó Mirri. – Nos tomó por sorpresa.
– Trucos sucios de Volrath. Debemos estar atentos, no debemos confiar en otra “Sisay” hasta estar seguros. – pidió Starke.
– Al parecer es la última celda… ¿Algún otro lugar dónde pueda estar? – preguntó Crovax a Starke.
– Sólo se me ocurre que, tanto Sisay como mi hija, están en la sala principal del evincar.
– Bien, tendremos que ir hacia allá.
Mientras el grupo subía para regresar con Tahngarth y Karn hacia el puente que los había atacado, Crovax se detuvo de repente, pues la voz de Selenia resonó dentro de su cabeza.
– Viniste por mí… eres mío… soy tuya…
– ¿Estás bien, amigo? – Gerrard le preguntó a Crovax.
– S-si… es sólo que… Olvídalo, continuemos.
Mientras el grupo cruzaba el puente, Crovax distinguió a una figura alada que los esperaba al otro extremo.
– ¡Tu! – gritó Crovax, lleno de un enojo que crecía en su interior. – ¡Traidora!
– Los demás pueden pasar. – Respondió Selenia, calmada. – No me interesa su búsqueda… Pero Crovax se queda aquí, conmigo.
El destino de Crovax pronto quedaría sellado.

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