Tempest
6

La Weatherlight comenzó su viaje hacia la Fortaleza de Volrath, siendo despedida por los elfos y humanos de la Resistencia. El plan, planteado por Eladamri y Oralce en-Vec, era simple: elfos y humanos atacarían la Fortaleza por tierra por la parte sur de la misma, mientras que la infiltración sorpresa de Gerrard y su tripulación sería por la parte norte, la cual es inaccesible a pie, pues está llena de abismos y ríos de lava. Sin embargo, con la Weatherlight eso no sería problema, o eso esperaban.

La tripulación llegó entonces a Cinder Marsh, donde el aire estaba viciado con los vapores tóxicos que emergían de las calderas. La zona era la salida de aire y de restos de la Fortaleza. Mientras el aire se volvía más difícil de respirar, Hanna activó un filtro de aire que permitió respirar sin problemas a la tripulación de la Weatherlight sin embargo, Gerrard pidió que todos en cubierta entraran a sus camarotes o cabinas.
– ¿Escuchan eso? – preguntó Mirri.
– ¿Qué? – respondió Crovax.
– ¡Shhh! Creo que hemos sido abordados.
– Mirri tiene razón – indicó Hanna – la Weatherlight me marca que llevamos más peso.
– ¡Gente! Vamos a salir. ¿La Weatherlight tiene un filtro de aire en cubierta? – peguntó Gerrard a Hanna
– Sí, pero activarlo nos obligará a detenernos.
– Hazlo – pidió Gerrard.



La tripulación salió a cubierta y fue testigo de cómo unas criaturas, que semejaban a insectos, estaban tratando de despedazar la cubierta del Weatherlight. Las criaturas eran de diferentes formas y colores, haciendo que formaran una mezcla muy heterogénea.
– ¡Sin miedo! – ordenó Gerrard, quien salió junto con Crovax y Mirri a tratar de ahuyentar a las criaturas.
La tripulación estaba siendo atacada por Slivers, una especie primitiva que Volrath usaba como defensa. Los Slivers comparten habilidades, que desarrollan individualmente, con sus hermanos.



Durante la batalla, Hanna notó que algunos de los slivers eran metálicos, lo cual la extrañó, pues parecería que todos los slivers de la colmena eran orgánicos. Utilizando un hechizo, destruyó a uno de los slivers metálicos.
– No sé lo que estás haciendo Hanna, pero parece dar resultado, ¡su poder y resistencia están bajando!
Hanna entonces ató los cabos: Los Slivers comparten poder y habilidades. Hanna concluyó que los slivers deben ser separados para evitar que compartan habilidades. Llegó incluso a suponer que alguien había colocado a los sliver metálicos en la colmena como un vehículo para controlar a las criaturas. Su suposición no estaba errada.


– ¡Debemos separarlos! – Hanna, corrió para avisar a todos – Gerrard, debemos hacer que se separen ¡Comparten habilidades!
– ¡Siguen viniendo más! – Crovax señaló a unos slivers que se acercaban, volando.
– ¡Son demasiados! Debemos estar cerca de su guarida.
– Debemos movernos, aunque signifique quitar el filtro de cubierta. ¡Retirada! – ordenó Gerrard.



La tripulación entró a la cabina de la nave y Orim comenzó a pilotear.
– ¡Ver! ¡Bichos atrás! – observó Squee.
– Esas cosas nos dejaron de perseguir… Aunque creo ver por qué… ¡Miren adelante! – Orim señala por el parabrisas.
Frente al Weatherlight se extendía un mar de lava incandescente. Ya no había nubes sobre ellos, ahora había roca. Habían entrado al Horno de Rath.

Ooo
Ertai meditaba a los pies del gran portal. Su técnica le permitía concentrarse mientras visualizaba el alcance del hechizo que quería invocar, pero algo pasaba por su mente. Se sentía observado, lo cual terminó con su concentración. El joven mago abrió los ojos volteando a ver a su alrededor. Sus ojos no distinguían nada que no fuera la roca y el contorno del portal, pero él sabía que había algo. “Aether”, pensó. Sin embargo, sentirse observado no ayudaba a mantener la calma. Se encontraba solo. “Debí de haber pedido una guardia a ese rey elfo”. De pronto, un hechizo hizo desaparecer al mago. Ahora el portal estaba sólo.

– ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Cuál es tu asunto en éste portal? – preguntaba una voz.
– Demasiadas preguntas – Ertai se encontraba en el mundo de las sombras, atrapado entre el mundo físico y el éter.
– ¿Estás aquí para utilizar el portal? ¿Sabes utilizarlo?
– ¡Si quieres saber las respuestas libérame! – El tono de Ertai sonó amenazante.
– Para ser el más grande mago de tu generación, utilizas mucho las palabras y no la magia…
– ¿Eh? ¿De qué hablas? – preguntó Ertai a la voz – ¡Ya tuve suficiente!
Ertai astutamente había estado prestando atención al lugar de dónde venía la voz, enfocando un hechizo para alterar la realidad y regresar del mundo de las sombras al mundo real.

Ya de vuelta en el mundo real, Ertai había detenido a su captor. Sin embargo, se sentía paranoico, no sabía si sólo era un atacante o varios.
– ¿Quién eres? ¿Por qué me llevaste a ese lugar?
– Necesito tu ayuda – dijo la voz, materializándose en un cuerpo físico.
– No es la mejor forma de pedirla… ¿Cuántos son? ¿Estás sola?
– ¡Si! Sólo yo… y me disculpo, no se ven muchas personas por aquí, sólo elfos o humanos que vienen por un cargamento que llega del otro lado del portal… ver a alguien que logra abrirlo desde aquí, aunque sea un poco, llamó mi atención.
– Guardias… debí haber pedido guardias… esta cosa está siendo vigilada – se lamentó Ertai. – ¿Para qué necesitas mi ayuda?
– Para salir de aquí, ¡para salir de Rath!

Ooo
– ¡La temperatura de la nave está subiendo! – la voz de Hanna tenía un toque de pánico – Si la nave llega a su límite, podría haber problemas.
– Oraclenos dijo que había un horno, pero no creí que era una extensión del mismo plano, sino algo más artificial – sentenció Orim.
– ¡Debemos usar el líquido que nos dio la gente de Oracle! – exclamó Gerrard, mientras buscaba dentro de las cajas que les habían proporcionado la Resistencia.
– ¿Y hacer qué? ¿Lavar la nave con eso? ¡Eso implica salir! –Crovax sonaba molesto.
– ¿Qué otra cosa sugieres? ¡La nave podría incendiarse! – grita Mirri, apoyando la idea de Gerrard.
– ¡Bien gente! Vamos a salir a mojar con esta cosa a la Weatherlight. – ordenó Gerrard.

Gerrard y otros miembros de la tripulación salieron a un calor insoportable. Era tanto que un par cayeron al salir a cubierta, por el golpe de calor.
– ¡Empecemos a mojar la Weatherlight con esto! – exclamó Gerrard, mientras a su alrededor ocurrían más tragedias.
– ¡Aahh!
– ¡Olvida la nave, mojémonos nosotros! – exclamó Crovax, horrorizado.
Algunos miembros de la tripulación empezaron a incendiarse, lo que parecía combustión espontánea. Algunos de ellos se tumbaron al suelo, otros más saltaron de cubierta, cayendo al mar de lava y teniendo una muerte más rápida… pero llevándose con ellos los envases del líquido anti combustión ya fundidos en su piel.
– ¡Tratemos de apagarlos!
– ¡Debemos regresar adentro, no hay suficiente líquido para la nave! – gritó Mirri, jalando a Gerrard hacia adentro.
Dentro de la Weatherlight, Hanna y Orim buscaban algo que pudiera servirles en los pergaminos de funcionamiento de la nave. Hanna leía los títulos a una velocidad increíble, buscando entre los diferentes tomos.

– ¡Lo tengo! – dijo Hanna. – Hay una palanca fuera en cubierta. Al lado de timón.
– ¡Ahí no hay nada! – replicó Orim.
– ¡Se debe abrir con esta combinación! ¡Evitará que la nave combustione!
Orim memorizó la combinación y salió.
– ¡Orim! – La voz de Hanna se pierde entre los gritos por las quemaduras de los tripulantes que lograron entrar a cabina.
Afuera, en cubierta, Orim encuentra un caos. Su instinto es ir a ayudar a sus amigos, pero tenía otra misión. Dotar al Weatherlight de una barrera anti calor. “Si me concentro en mí, podré lograrlo”. Orim utilizó un hechizo de protección a fuego y se dirigió al timón de la nave. El hechizo impedía que sufriera combustión, pero la hacía sentir el calor, que era insoportable. La curandera ingresa la combinación debajo del timón y una palanca salió frente a ella. “Esta cosa debería siempre estar a la mano… ¿Quién diseñó esta nave?”, Orim piensa mientras activa la palanca. El esfuerzo impide que se siga concentrando en su hechizo protector, lo que hace que el calor la golpee, arrojándola al piso, pero al fin la nave estaba a salvo del infierno de esas calderas.

– Ha sido un viaje horrible – comentó uno de los tripulantes.
– Yo no firmé para esto – dijo otro.
– ¡Silencio! – ordenó Mirri, mientras señalaba hacia enfrente. – ¡Miren ahí adelante! ¡La oscuridad!
La tripulación había llegado al Pozo de la Muerte de Rath, la última defensa natural entre ellos y la fortaleza.

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