XII (Mirage)

El Weatherlight atracó en un puerto de Nueva Argive. Las palabras de Squee le habían dado a Sisay su primera pista en cuanto a los artefactos del Legacy. Antes de salir habló con Squee.
– Cada vez que bajemos de la nave deberás dejar tu juguete aquí – le dijo Sisay apuntando al compartimento que estaba en la cabina – No quiero que se te pierda.
– Yo no me perdí – dijo Squee, sonriendo – siempre contigo.
Cada vez que Sisay le pedía a Squee que soltara su objeto, éste sonreía y lo volvía a guardar entre sus ropas. No parecía que fuera a ser diferente cada vez que lo pidiera.
La capitán Sisay, Tahngarth y Squee dejaron a la tripulación mientras ellos salían al puerto. Squee preguntaba sobre cualquier cosa que vendían los mercaderes. Eso molestaba a Tahngarth, pero Sisay escuchaba y paciente esperaba oír algo acerca de artefactos o del Amo de las Máquinas.
– No goblin, no… sólo en la universidad… ¡suelta eso! – dijo un mercader.
– ¿Universidad? Ahí no bichos. – dijo Squee.
– Quizá alguien de la universidad sepa de donde viene el juguete de Squee – comentó Thangart – Pero vamos con cuidado… dudo que éste enano consiguiera “su juguete” de manera noble.
– Bien, vamos. – Ordenó Sisay
Orim y Hanna habían pasado el último año trabajando en su investigación. Aún faltaba un año para su titulación, por lo que podían invertir algo de tiempo en averiguar datos sobre lo escrito en el diario de Jodah. No venía mucho más de lo que él les informó en su mensaje la primera vez que abrieron el libro. Manejaba algunos nombres: Zur, Nevinyrral, Yawgmoth… Había menciones en algunos libros de la biblioteca, pero no profundizaban. La única información concreta que habían encontrado en el diario de Jodah era la fecha tentativa en que Jarsyl descubrió el portal hacia Phyrexia, alrededor del año 140 AR. Casi 70 años después de la batalla de los hermanos. Orim cerró el libro.
– Jodah mencionó a Serra – comento – pero no hace mención de ella en ninguna parte de su diario.
– Sin embargo es muy conocida… al menos de nombre. Sus ángeles, sus paladines son muy conocidos, incluso sus bendiciones. – Comentó Hanna – ¿sabías que los ángeles son seres de maná puro? Quizá en otros planos sean como tú o yo, seres vivos, pero en Dominaria solamente existen de magia… Al ser tan raros con razón los veneran.
– ¿Veneran? – Orim saltó de su silla – ¡Eso es!
– ¡¿Qué pasa?! – Hanna casi tiraba su café.
– ¡Los ángeles de Serra! ¡Los veneran! Serra tiene un templo en algún lugar del continente de Aerona. Quizá ella esté ahí.
Orim y Hanna estaban tan emocionadas porque al fin habían encontrado algo que las podía ayudar a seguir en su búsqueda, que no notaron cuando el bibliotecario subía al cubículo dónde se encontraban, acompañado de una mujer de tez negra, un minotauro y un goblin.
– Creo que una de ellas podría ayudarles… su especialidad son los artefactos. – decía el bibliotecario mientras se acercaban – No sé mucho de ella pero creo que es hija de… ¡Ahí están!… Señoritas, estas personas las buscan.
– Mucho gusto, mi nombre es Sisay y soy capitán del Weatherlight.

Hanna estaba fascinada con el juguete de Squee. Mientras lo examinaba no dejaba de hacer preguntas.
– ¿Entonces dices que Squee es su dueño?
– Si, yo, es mío – contesto Squee.
– ¿y además les dijo que el artefacto fue hecho aquí en Nueva Argive?
– No exactamente… – dijo Sisay – Squee mencionó Nueva Argive y por eso estamos aquí.
Sisay no quería decir más. Su desconfianza era palpable. Por lo que a la capitán respectaba, Orim y Hanna podrían ser agentes phyrexianos, y no estaba dispuesta a tomar riesgos. Tahngarthestaba listo, por si era necesario intervenir.
– Algo es cierto. Este “juguete” no fue hecho aquí. Está demasiado bien hecho – dijo Hanna riendo. – Y ésta nave… ¿cómo dijiste que se llama?
– Weatherlight o Vientoligero… – Sisay estaba desesperándose. Había venido a recibir respuestas no a ser acosada con preguntas.
– En verdad es una obra de arte. Había leído sobre la Weatherseed, la maderaviva, pero jamás la había visto en un artefacto… y menos de éste tamaño.
– ¿Maderaviva? – pregunto Tahngarth
– Si, madera que crece a la forma de una estructura metálica y se regenera… ¿Sabes quién fue…?
– Mira niña – interrumpió Sisay – venimos por respuestas, no contestar tus preguntas.
– Quieren nuestra ayuda, pero para ayudarles necesitamos información con que empezar – Dijo una calmada Orim – La única verdad es que ustedes no saben mucho acerca de estos artefactos.
– El “juguete” de Squee es un artefacto de salvación. Previene daño a quien lo controla o incluso si desea puede salvar a alguien más. Traten de hacerle daño o de atraparlo y verán que Squee saldrá ileso mientras tenga el artefacto en sus manos. – Hanna se quedó mirando al goblin, lo cual lo puso nervioso y comenzó a frotar su juguete. – La Weatherlight– continuó Hanna, ahora viendo a Sisay – es un barco, sí, pero con capacidad de volar… no estoy segura si ustedes lo utilizan en el agua para pasar desapercibidos o simplemente no lo sabían. Incluso no sabría decir si los artefactos cayeron en sus manos por coincidencia o los robaron.
Tahngarth volteó a ver a Sisay, la cual seguía seria, pero asombrada sobre lo que acababa de escuchar. “¿La Weatherlight puede volar?” pensó.
– ¿Cómo sabes todo esto? – Preguntó Sisay a Hanna. La capitán intimidaba.
– Estudié artefactos toda mi vida. Me encantan. – respondió firme.
– ¿Tu? – pregunto Sisay dirigiéndose a Orim – ¿Qué estudiaste?
– Magia, especializada en magia blanca, de curación. – respondió Orim
Sisay se dio cuenta en ese momento que necesitaba gente con conocimientos, que hubiese estudiado y le ayudara en su búsqueda.
– Quizá les parezca una pregunta rara… pero… ¿Qué quieren? – Sisay se dirigía a las dos mujeres.
– No estoy segura de saber a qué te refieres – contestó Hanna.
– Todos aquí tenemos un propósito, una misión. Mi misión involucra la búsqueda de artefactos a lo largo de Dominaria. Artefactos que forman un arma.
– ¿El arma Legado? ¿el Legacy? – preguntó asombrada Hanna.
– S-sí. ¿La conoces? – preguntó Sisay y por primera vez se mostró entusiasmada.
– ¡Claro! La biblioteca de mi papá está llena de información sobre el Legacy.
– Toda la tripulación me está ayudando en eso. Si lo que buscan nos lleva por caminos similares son bienvenidas… y no… no robamos el Weatherlight.
Orim y Hanna ahora eran miembros de la tripulación. Sisay les mostró el libro que había encontrado junto al anillo. Hanna reconoció el escrito, era lenguaje Thran.
– ¿Puedes traducirlo? – pregunto una Sisay ansiosa.
– Si… tardaré un poco, pero incluso podría enseñarte algo para que me ayudes.
Sisay confiaba ya en las nuevas tripulantes.
XIII (Mirage)
El norte del continente Jamuraa estaba convulsionado. Hacía ya un año que Mangara había desaparecido y los jefes de las tribus de cada nación jamuraana estaban inquietos. “¿Dónde está Mangara?” le preguntaban a Kaervek. “Atendiendo asuntos en su natal Corondor”, respondía.
Kaervek llevaba gran parte del año visitando a los grandes jefes de las naciones de Femeref, Suq’Ata y Zhalfir presentándose como fiel servidor de Mangara. Los jefes de las tres grandes naciones, al principio, lo recibieron con los brazos abiertos, pero la obvia carencia de diplomacia del mago empezó a enfriar la relación.
Envidioso de la influencia que ejercía Mangara sobre las tres naciones, Kaervek había manipulado a Jolrael. La convenció de que Mangara era un sediento de poder, que debía ser detenido antes de que su influencia fuera utilizada para gobernar. En secreto había utilizado su magia de espíritu para avivar las antiguas rencillas entre las tres naciones. Su plan era presentarse como salvador ante la situación de una guerra civil que parecía inminente.
Las tres grandes naciones en un último intento por mantener la paz, aunque formadas por tribus muy distintas entre sí, decidieron otorgar voz y voto a tres grandes jefes, que sin ser gobernantes totales, los representarían: Hakim de Suq’Ata, Asmira de Femeref y Jabari de Zhalfir. Los tres jefes se reunieron con ánimo de mantener la paz en la que habían aprendido a vivir desde que Mangara fungió como diplomático entre las tres naciones.



Durante el concilio que se llevó a cabo por los tres representantes, hablaron de los horrores que se habían desarrollado en sus tierras desde la desaparición de Mangara. Hakim hablaba de ataques de felinos a lo largo de su territorio en Suq’Ata. Asmira habló de cómo en las villas de Femeref la gente moría mientras dormía, sus caras deformes con expresiones de horror. Jabari comentó que en Zhalfir, la nación económicamente más activa, las tumbas de los ancestros aparecían vacías.



– Algo está mal – mencionó Hakim – y no es normal.
– Históricamente tenemos diferencias, pero eran disputas territoriales – afirmó Asmira – este tipo de fenómenos es nuevo.
– Llevamos casi un año así. – inquirió Jabari – Hemos tardado mucho en reaccionar. Mangara no volverá, y si vuelve encontrará a Jamuraa en ruinas.
– ¿Crees que vuelva? – preguntó Hakim. – ¿Crees que su mensajero lo mantiene al tanto?
– No confío en Kaervek. – Soltó Asmira.
– Jabari, ¿Qué me dices de la maga?… ¿Jolrael? ¿Acaso no acompañaba a Kaervek antes de la desaparición de Mangara? ¿Dónde están sus lealtades? – pregunto Hakim.
– No sabría decirlo. Incluso desde antes de que llegara Mangara ella salía poco de…
– Me entristece encontrarlos así – interrumpió Kaervek. Era obvio que quiería impresionar con su entrada– reunidos sin mí… ¿Acaso tuvieron éste tipo de concilios cuando Teferi desapareció? ¿Por qué se preocupan por Mangara y olvidan a Teferi?
Los tres líderes se miraron y devolvieron la mirada hacia Kaervek. Detrás de él venía Jolrael acompañada de dos bestias felinas.
– Te lo dije Jolrael, Mangara ha corrompido la mente de los líderes de Jamuraa. – Jolrael no respondió.
– Creemos que no estás diciendo toda la verdad. – respondió Jabari – Tú y tu maestro llegaron juntos a investigar la isla de Teferi. Si bien no se lo pedimos, Mangara nos ayudó en nuestros asuntos… Mangara nunca pidió más que pan, agua y un techo para dormir. Sin embargo Kaervek tú pides más.
– Tú eres una verdadera zhalfiri maga, ¿Qué tienes que decir? – pregunto Hakimdirigiéndose a Jolrael.
– Yo no…
– Debemos quitar la hierba mala para dejar florecer a Jamuraa. – soltó Kaervek a los líderes., interrumpiendo a Jolrael.
– Te falta tacto, mago – Dijo Asmira mientras levantaba el brazo.
De repente un resplandor cegó el lugar quedando solos Jolrael y Kaervek, éste último enfurecido, pero lo ocultaba.
– ¿Qué pasó? – pregunto Jabari
– Nos transporté a Femeref. – respondió Asmira. – No confío en Kaervek. Mi corazón me dice que no está hablando por Mangara.
ooo
Acostumbrados ya a las formas de Mangara, los tres líderes firmaron un pliego petitorio en el cual demandaban la verdad sobre el paradero de Mangara, la retirada de Kaervek de Jamuraa y la inclusión de Jolrael en la mesa de dialogo. Cegado por su orgullo, Kaervek les había mostrado quién era la persona en la que no debían confíar. Lo confirmó al regresar su respuesta: pedía la capitulación de los tres líderes y la formación de un nuevo líderato, conformado por Mangara, Jolrael y él mismo.
Les resultó aún muy dudoso que Mangara fuera parte de éste triunvirato. Hakimestaba seguro de que Mangara había desaparecido o incluso muerto y Jabari confirmó que la personalidad de Jolrael hacía muy dudoso que ella formaría parte de la coalición, pues era una ermitaña. Asmira sugirió que Kaervek sólo utilizaba el nombre de Mangara y de Jolrael para darle peso político a su petición. La guerra estaba declarada en el momento en que los líderes de Zhalfir, Femeref y Suq’Ata respondieron con un no. Los tres estados se unieron por primera vez en batalla en contra de un enemigo en común y dieron pie a la Coalición que fue llamada El triángulo de Guerra.


Durante las siguientes semanas los ataques hacia la población civil fueron aumentando. Zhalfir tenía el mejor ejército de las tres naciones, pero era desconcertante para Jabari, que lo dirigía, que los ataques no fueran a campo abierto y que los mismos no fueran dirigidos a objetivos militares sino civiles. En Suq’Ata, pequeños pueblos eran masacrados, pero no se encontraban los cadáveres. En Femeref, hombres-gato perseguían a la población, la cual estaba clamando a voz viva por un cambio de régimen. Hakim entonces comprendió lo que pretendía Kaervek: que la misma población civil derrocara a sus líderes, pues no podían hacer nada, no había un enemigo a quien combatir en una batalla.
Kaervek había traído desde Urborg felinos humanoides a los cuales detestaba, pero que en su opinión eran fáciles de controlar. Conocedor de que en su tierra natal no tendría oportunidad contra seres superiores que ahí residían, no titubeó en conquistar Jamuraa que, sin Teferi, era vulnerable. Kaervek era el causante de las desapariciones y en secreto preparaba un ejército de no-muertos.
Jolrael, retirada en su morada, cuestionaba cada vez más a Kaervek sobre sus intenciones, quien sabía que no podía tenerla de enemiga, por lo que endulzaba sus palabras hacia ella. Sin embargo, Kaervek sabía que esa relación se enfriaría o se rompería. Aun siendo ermitaña, Jolrael tarde o temprano se enteraría de el propósito de Kaervek, quien hizo un pacto con los sacerdotes de Urborg: a cambio de diversas especies de flora y fauna de la región de Jamuraa, le entregarían máquinas de guerra letales y desconocidas en la región. Así fue cómo la ambición de Kaervek contaminó el suelo jamuraano.


Durante La Primer Batalla los ejércitos de la Coalición se toparon con que el ejército contra el que luchaban los conformaban en su mayoría no-muertos. Asustados al principio e impactados después, La Coalición dio fe que estaban luchando contra sus ancestros.


– ¡Ríndanse jamuraanos! – gritó Kaervek en una pequeña tregua. – No es mi deseo gobernar sobre los no-muertos.
– No eres nadie para pedir eso. Jamuraa no se arrodillará ante un extranjero que ha manchado nuestro suelo – le respondió Sidar Jabari, quien comandaba la Coalición.
– Sólo los tontos creen que enfrentarán a mi ejército una sola vez… Deseo la paz. – pidió Kaervek.
– Había paz y tus acciones han convertido a Jamuraa en un cementerio. – Soltó Hakim, quien acompañaba a Jabari en la vanguardia – Has demostrado que eres un ser despreciable.
– Bien, está decidido. ¡Traigan las máquinas! – ordenó Kaervek. – Los secretos de Phyrexiame han salido caros. Jamuraa pagará con carne y hueso.
Las hostilidades comenzaron nuevamente. La Coalición tenía más hombres y peleaba por una causa justa, pero el ejército de Kaervek mostró mejor mano al utilizar las máquinas traídas de Urborg.
Mientras las batallas se sucedían, nadie notó que la isla de Teferi regresó.

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