Weatherlight
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– ¡Mi amigo está muerto! –Gerrard gritaba con furia.
– Aun así, debemos seguir nuestra búsqueda… faltan ya tan pocos artefactos – replicaba Sisay.
– ¿Estás dispuesta a arriesgar nuestras vidas por esas cosas?
– Sin estas cosas, Phyrexia nos ganará. El Amo de las Máquinas…
– ¿Sigues creyendo en eso? ¡Phyrexia no existe!
– ¡Ellos mataron a mi familia! Karn dijo que…
– ¡No me importa lo que haya dicho! Tu devoción a buscar el Legacy ya me tiene harto, no es mi búsqueda, no es mi misión…
Sisay se despertó, incómoda. Este sueño de Sisay, la capitán del Weatherlight, había sido recurrente en las últimas semanas. Más que un sueño, era un recordatorio de lo que había pasado recientemente.

ooo
Después de haber ayudado en las Guerras Mirage, la tripulación del Weatherlightse había dedicado por completo a la búsqueda de los artefactos que conformaban el Arma Legado, el Legacy, que se profetizaba sería el arma que destruiría al Amo de las Máquinas. La tripulación era liderada por la propia Capitán Sisay, la cual tenía una razón personal para buscar los artefactos Legacy, su familia había sido asesinada por agentes phyrexianos que servían al Inefable, pues la nave Weatherlight, perteneciente a su familia, era una parte importante del Legacy.
Su búsqueda había dado frutos. Los artefactos que le habían sido robados a Gerrard, por su medio hermano Vuel, fueron encontrados en diferentes partes de Dominaria, entre mercaderes que los habían comprado. Gerrard supuso que los artefactos habían sido vendidos por Vuel para poderse pagar un ejército. Sin embargo, en todo Jamuraa no había rastro de Vuel. Durante ese tiempo, Starke, quién había sido maestro de armas tanto de Vuel como de Gerrard en su infancia, se unió a la tripulación de Weatherlight. Gerrard se extrañó de verlo. Había pasado mucho tiempo desde que habían sido alumno y maestro. Gerrard, al preguntarle a Starke sobre Vuel, decía que no tenía ni idea. Starke afirmaba que él había dejado la villa de Sidar Kondo justo después de que Vuel fuera desterrado. Starke no era nativo de Jamuraa, por lo que se dedicó a diversas actividades. Esa explicación no convencía a Gerrard del todo, por lo que pidió a su mejor amiga, la guerrera felina Mirri, que mantuviera ojos y oídos atentos sobre Starke.
Mientras la búsqueda de la tripulación del Weatherlight seguía, llegaron noticias trágicas a Crovax, uno de los mejores elementos con los que contaba la tripulación: su hogar en Urborg estaba siendo atacado por seres que no eran nativos de la isla. Crovax, aunque de trato difícil, había sido un miembro invaluable para Sisay y Gerrard, especialmente en momentos en los que se necesitaban habilidades para el combate. Sisay, tratando de mejorar el carácter de Crovax, accedió a viajar hasta Urborg para ayudar a su familia.
– Espero poder llegar a tiempo – dijo Crovax
– Llegaremos, amigo – respondió Rofellos.
Crovax, durante su estancia como tripulante del Weatherlight, había sido muy reservado. Rara vez hablaba de sí, mucho menos de su familia, sin embargo, había hecho buena amistad con el elfo Rofellos. Gerrard incluso se sentía un poco celoso de esta amistad, pues él conocía a Rofellos desde hacía más tiempo que Crovax.
– ¿Así que tu familia aún vive? – preguntó Rofellos mientras se dirigían hacia Urborg.
– Si, aunque no somos tan cercanos – respondió Crovax.
– Los elfos somos muy unidos en nuestra infancia a nuestros padres… pero después uno tiene que hacer su vida. Claro que nuestra infancia dura más que sus propias vidas humanas, pero bueno, no es el punto. Gerrard no conoció a sus padres, una verdadera lástima.
– Pero conocí a Sidar Kondo. – inquirió Gerrard – Fue como un padre para mí…
Crovax no lo diría, pero la relación con sus padres había sido aislada, por decirlo de una manera. Crovax había abandonado su hogar para embarcarse en el Weatherlight como forma de liberación mental y física. Sus padres, Lord y Lady Windgrace, pertenecían a la aristocracia de la región de Urborg y no eran muy afectivos con él cuando fue niño. Dejaron la protección y educación al guardián de la familia, una ángel llamada Selenia. Crovax, al pasar los años, se enamoró de Selenia, pero el ángel no podía corresponderle. Frustrado, dejó su hogar.
Unirse a la tripulación del Weatherlight le había dado sentido a su vida. La búsqueda de los artefactos del Legacy mantenía su mente lejos de la oscuridad de su amor no correspondido. Crovax, al dejar su casa, se llevó consigo el artefacto que invocaba a Selenia. Cada noche, en su camarote, acariciaba el aparato, mientras pensaba en ella. La amaba/odiaba, no podía vivir sin ella.
Para cuando la tripulación llegó a Urborg, era demasiado tarde: los padres de Crovax habían sido asesinados. La servidumbre, que había sobrevivido, habló de dos demonios: Gallowbraid y Morinfen.


Las criaturas habían causado estragos no sólo con la familia de Crovax, sino también en varias partes de los alrededores de Windgrace Manor. Crovax sintió una rabia consigo mismo. Si hubiera dejado a Selenia con sus padres, ella hubiera podido defenderlos. Crovax se lanzó a atacar a los demonios, seguido de Rofellos, Tahngarth, Mirri y Gerrard. Sin embargo, a pesar de las habilidades de los cinco, los demonios no estaban solos.
– ¡Tahngarth! Cuida la espalda de Crovax.
– ¿Qué crees que hago, Gerrard? No lo había visto así, está como loco.
– No está pensando con claridad – Dijo Rofellos. – Necesitamos a Orim para que use magia de protección, sino estaremos perdidos.
– ¡Iré por ella! – Dijo Mirri.
– ¡Date prisa, niña! – urgió Rofellos – Su poder es demasiado… ¡Ugh!
– ¡No! ¡Rofellos!

El elfo fue atravesado por una lanza que blandía uno de los demonios. Gerrard se distrajo y también fue herido. Tahngarth, desesperado, alcanzó a Crovax y lo tomó del cuello.
– ¡Vámonos soldado! Tenemos que ir por Rofellos y Gerrard.
Crovax vio la situación, los demonios los tenían a su merced. Desesperado, en ese momento activó el artefacto que mantenía a Selenia encerrada. Al ser invocada, la criatura alada miró a su amo.
– ¡Ayúdanos! – imploró Crovax.
Rápida y eficazmente, el ángel derrotó a los invasores y sin mostrar emoción, se postró junto a Crovax.
– Selenia, lleva a Rofellos con Orim. – Ordenó Crovax, sin embargo, Selenia no se movía. – ¡Selenia, es una órden! ¡lleva a Rofellos al Weatherlight! – El ángel seguía sin moverse. Sólo servía para proteger a Crovax, no para otra cosa.
– Tenemos que llevarlo… Tahngarth, por favor… ve por Orim, yo esperaré… ugh… – Gerrard estaba herido, sin poder sostenerse en pie.
– También estas herido Gerrard, debería…
– Yo me quedaré con él – dijo Mirri. – ¡Ve por Orim!
Para cuando Orim llegó con Rofellos, era demasiado tarde. El elfo había fallecido.
– Lo siento, no puedo hacer algo por él.
– ¡No acepto eso! ¡He visto cómo has curado heridas muy graves!
– Heridas, sí, pero no tengo habilidades para revivir.
– Maldita sea… ¡Rofellos! Vamos viejo orejón… ¡Despierta!
La tripulación miraba en silencio cómo Gerrard trataba desesperadamente de volverlo a la vida, golpeando su pecho.
– ¡Suficiente Gerrard! – Dijo Orim con lágrimas en los ojos.
Una entristecida tripulación dejó la tierra de Urborg para enterrar a Rofellos, en el bosque de Yavimaya, y para lamerse las heridas. Crovax, culpándose a sí mismo por la muerte de su amigo y la de su familia, decidió quedarse para tratar de reparar el daño hecho por los demonios. Los demás aceptaron su decisión. Perdían un gran soldado, pero Sisay estaba convencida de que debían seguir buscando los artefactos. Hanna y Karn habían mencionado que incluso las piezas faltantes no estarían en Dominaria, sino en otro plano: Mercadia.
Fue después de enterrar a Rofellos, que Gerrard tuvo la discusión que había tenido sin sueño a Sisay durante varias noches. Gerrardexpuso sus sospechas a Sisay. “Estás dispuesta a colocar tu devoción por la búsqueda del Legacy por arriba de la vida de tu propia tripulación”, Gerrard le reprochó a su capitán. Sus personalidades como líderes, emergieron en una acalorada discusión. Gerrard dejó la Weatherlight justo después de su discusión. Mirri siguió a su amigo.
– No esperaremos a que sea nuestro turno de morir, todo por unos artefactos – dijo Gerrard.
Mirri conocía bien a su amigo. No iba a recordarle que esos artefactos eran suyos y que siempre los había desdeñado.

Gerrard no sólo dejó atrás a sus amigos, sino también abandonó a Hanna. Amaba a la chica, pero sabía que ella no lo seguiría.
– El Amo de las Máquinas debe ser destruido… Estoy atada a esta misión por las cadenas del destino. Sí tan solo Gerrard pudiera ver su parte en esto – Dijo Sisay – ¿Por qué no ve lo importante que es? ¿Por qué se rehúsa a tomar el lugar que le corresponde aquí con nosotros?
– Por cobarde. – respondió Hanna.

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