Urza llevaba en sus ojos las Piedras de Poder. Una, que había tomado para él mismo, y la que había pertenecido a su hermano Mishra. Urza sobrevivió a la explosión del sylex, que él mismo provocó, para detener el inicio de la Invasión Phyrexiana hacia Dominaria. Urza ya era un planeswalker.
Urza comenzó a viajar por diferentes planos durante años, entendiendo y estudiando sus alcances como un caminante de planos, y mientras lo hacía, preguntaba acerca de Phyrexia. Buscaba cualquier indicio que le diera información acerca de aquel plano. En su recorrido conoció a otro planeswalker llamado Meshuvel, quién lo instruyó aún más en sus nuevas habilidades y poderes. Urza se dio cuenta de que podía hacer uso de los recursos que la tierra le daba en forma de maná.
- Tus ojos son extraños, Urza – le dijo un día Meshuvel.
- No siempre fueron así – respondió Urza.
- ¿Todos en tu plano los llevan así? - preguntó Meshuvel con interés.
- No. Son particulares. Los gané a un precio.
Meshuvel se sentía cada vez más intrigado, pero Urza encontraba molesto ese interés. Los años pararon y Meshuvel se dio cuenta de que llegó un punto en que no podría enseñarle más a Urza. Urza con su mente académica, aprendía rápido e ideaba maneras imaginativas de utilizar su poder, mientras que Meshuvel era un tipo simple al cual sólo le importaba tener algo que poder comer. Con el tiempo, Meshuvel tuvo miedo del mismo Urza y le nació el deseo de poseer esos ojos. Un día, cobardemente, Meshuvel atacó a Urza, sin embargo para sorpresa misma de Urza, derrotó fácilmente al planeswalker. Esto tuvo un impacto enorme en él.
A pesar de que él mismo Urza creía ser inmortal, pues había sobrevivido a la destrucción del bosque de Argoth, se dio cuenta de que un gran poder podría destruir a un planeswalker, por lo que tomó medidas. Otra cosa que aprendió fue que su estudio e ingenio daban frutos al utilizar sus hechizos. Urza siempre había sido callado y ensimismado en sus propios pensamientos. Al no envejecer entendió que las generaciones con las que convivía morían mientras él se seguía viendo igual. Esto altero su ya trastornada mente. Si antes sólo veía a los objetos como partes de un objetivo mayor, comenzó a ver a las personas de la misma manera, como objetos.
Cincuenta años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Durante todo éste tiempo su mente se enfocó en las cavernas de Koilos. Urza deseaba poder entender el lazo de Phyrexia con Dominaria como planos. Su esfuerzo y mente le permitieron recordar cada centímetro del lugar. Frente a sí tuvo entonces los caracteres Thran que rodeaban al portal. Se dio cuenta de que podía al fin traducir aquellos símbolos. Todo el conocimiento que deseo tener en su juventud estaba a su alcance. Sin embargo, lo que leyó lo perturbó y convenció aún más de su cruzada.
“A todo aquél que entre, sepa que detrás de la puerta, está el infierno de Phyrexia.”
Se enojó consigo mismo. Casi cinco mil años atrás los Thran habían alcanzado la plenitud de su poderío, tanto en ciencia cómo en cultura, sólo para ser completamente erradicados por los phyrexianos. La más poderosa cultura de Dominaria había sido destruida por seres de otro plano. Solamente las Piedras de Poder, que ahora residían en los ojos de Urza, habían contenido a Phyrexia fuera de Dominaria. La admiración de Urza a los Thran hizo que su venganza rayara en la obsesión. A partir de ese momento todo lo que planeó, tuvo como objetivo destruir a Phyrexia. No importaba el costo. Sacrificaría a otros o a sí mismo para lograr su meta.
“Soy inmortal… tengo el tiempo… Viajaré entre planos hasta dar con ellos… encontraré su casa y entraré sin permiso, cómo hicieron en la mía. No importa cuento tiempo me tome o lo difícil que sea. Los destruiré… destruiré a Phyrexia como ellos destruyeron a mi hermano.”.
Urza, consciente de que su inmortalidad se basaba en que no moría de enfermedad o vejez, pero su cuerpo podía ser dañado en incluso asesinado por un poder mayor, tomaba medidas cada vez que viajaba a un nuevo plano, mientras buscaba información sobre Phyrexia, la cuál era poca, pero Urza no se detenía, su terquedad le dio frutos.
Mientras se encontraba en un plano distante, del cual él mismo no sabía el nombre, alcanzó a ver a un grupo de trabajadores phyrexianos que buscaban entre la chatarra de una vieja nave. Al acercarse más se percató de que los Phyrexianos tenían abierto un portal en el cual depositaban el material que retiraban de la nave. Urza pensó que está era su oportunidad. Sin embargo, algo llamó su atención. El capataz phyrexiano azotaba y daba golpes a una humana, o eso creyó ver Urza. Sabía que no estaba en Dominaria, pero ver cómo la mujer era maltratada encendió su enojo. “No puedo dejar que esto pase…”. El enojo de Urza fue tan grande que el hechizo que lanzó, si bien salvó a la mujer, destruyó todo lo que estaba a su alrededor, incluyendo el portal phyrexiano. Urza maldijo su suerte, pero se concentró en revisar a la mujer.
- Vivirás… no volverán a…

Urza no logró articular frase, pues en el cuerpo de la mujer vio reflejado el destino de su hermano. Urza descubrió que a chica a la que había salvado era parte carne y parte máquina.
- Pensé que iban a cambiarte, como cambiaron a mi hermano. Pero yo llegué demasiado tarde. Haz sangrado. No hay metal o aceite debajo de tu piel, pero ya te habían hecho uno de ellos. ¿Te acuerdas quién has sido, niña? ¿Por qué te llevaron? ¿Pertenecías a una familia prominente? ¿Dónde has nacido? Malditos… te hicieron lo mismo que a mi hermano.
- ¿Qué le hicieron a tu hermano? – preguntó la mujer tomando fuerza y colocándose frente a Urza.
- Le envenenaron la mente, lo convirtieron en máquina, como a ti.
- … ¿Qué haces aquí? ¿por qué me salvaste? – preguntó la mujer.
- Busco información sobre Phyrexia… no podía dejar que esas cosas te hicieran daño.
- Yo puedo ayudarte… me salvaste y a cambio te daré información. Yo nací ahí. Soy phyrexiana.
ooo
Urza llevo a la mujer a un lugar desolado y, aunque ella seguía insistiendo que ella había nacido en Phyrexia, Urza no le creyó, estaba convencido de que era humana. Quizá no era nativa de Dominaria, pero había visitado demasiados planos en el Multiverso, y en muchos había formas humanas. Eso le bastaba.
- Al menos dime tu nombre… mi nombre es Urza.
- Yo… no puedo. En Phyrexia no podemos hablar de nuestro nombre… se supone sólo servimos al Amo.
- Tu juego no me convence… si eres pyhrexiana, ¿por qué te iba a matar ese capataz?
- Estoy… defectuosa.
- Eso sí lo creo… - Urza se echó a reír, pero la mujer estaba seria – Es… es broma, mujer. Te ofrezco una disculpa, hace mucho que no hablo con alguien más.
- No me respondiste mi pregunta… ¿por qué me salvaste? – preguntó una vez más la mujer.
- Tengo mis motivos para odiar a Phyrexia… ellos destruyeron todo lo que me importó alguna vez. Si has de saberlo, busco venganza.
- ¿Venganza en contra de Phyrexia? Eso es… complicado. Yo misma…
- Habla claro mujer… No me dices tu nombre, me dices que eres de Phyrexia, pero no te comportas o te ves cómo las máquinas que he visto... o como sus demonios… De donde vengo, incluso se formó un culto alrededor de un demonio phyrexiano… mi mente estaba ocupada en otros asuntos, por lo que no me di cuenta de sus implicaciones… Gix creo recordar…
- ¿Gix? - Preguntó la mujer, alarmada.
- Si… algo así… cómo dije, mi mente estaba ocupada en otros asuntos que… ahora me resultan tontos.
- Conozco al magistrado Gix, él fue quien me mandó ejecutar.
“Comenzaré mi relato… decir tu nombre es tabú en Phyrexia… ninguno de nosotros tenemos nombre, excepto los magistrados y el Amo… los magistrados son parte de su círculo interno… pero puedes llamarme Xantcha, el cuál es mi rango. Nací… fui creada en la Cuarta Esfera de Phyrexia como un agente durmiente que despertaría en el plano de Dominaria. No fui la única agente creada… nos crean y nos dan conciencias, las cuales nunca nos hacen preguntarnos si somos humanos o no… y ese fue mi problema… fui creada defectuosa, pues podía pensar por mí misma, pero fui catalogada como incompleta. Mi individualismo latente atrajo la atención del magistrado Gix, el cual está a cargo de la invasión a Dominaria. Junto con otros phyrexianos fui enviada a la Primera Esfera de Phyrexia para adecuarme al clima y formas del plano. La misión de los agentes durmientes es el de infiltrarse y enviar observaciones que puedan ser útiles para la invasión. El Amo lo ve todo a través de los ojos de sus agentes… pero mi defecto de fabricación hacía que fuera difícil rastrearme y entrar a mi mente… eso fue lo que Gix me dijo antes de sentenciarme al plano dónde me encontraste. Ayudaría a recuperar un antiguo artefacto antes de ser eliminada… Saber esto hizo que me enojara… no es mi culpa haber sido creada así… se supone que Phyrexia es la máquina perfecta, pero tiene fallas… Empecé a sabotear la recuperación del artefacto, pero fui descubierta, iba a ser eliminada cuanto tu llegaste.”

Urza no creyó que Xantcha fuera originaria de Phyrexia, o que hubiese sido creada ahí, pero no dudó del resto de su relato. Recordó ciertos comportamientos entre la gente mientras la guerra contra su hermano se desarrollaba. La idea de los agentes phyrexianos tuvo mucho sentido para él. El culto que se desarrolló alrededor del magistrado Gix también tuvo sentido para Urza, pues era obvio que probaba la asimilación de los phyrexianos en humanos. El objetivo de Phyrexia era claro a los ojos de Urza: la invasión no sería una conquista por guerra, sino la asimilación completa del plano.
- Bien, Xantcha, necesito tu ayuda. Mi nombre es Urza y quiero destruir a Phyrexia.
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