La Guerra de los Hermanos se había complicado, ya no sólo era un conflicto que involucraba a Urza y Mishra, sino que un tercer jugador había entrado para complicar la situación. El bosque de Argoth se defendía.


Tanto la gente de Urza como de Mishra no estaban acostumbrados a lidiar con pequeños grupos que llegaban, hacían destrozos y se retiraban. Utilizando técnicas de guerrilla, los elfos de Argoth continuaban defendiendo su hogar.
– ¡Miserables elfos! ¡Si no pueden atraparlos, corten los arboles de los que estén trepados! ¡Debemos forzarlos a pelear en nuestros términos! – Ordenó Mishra.
La guerra había llegado a un nuevo clímax.
Ambos bandos tenían la impresión de que al acercarse la batalla, ésta sería final. No habría más. Empeñado en no ceder ni un milímetro más de recursos, Mishra ordenó destruir el bosque para no dejar nada a los hombres de Urza. Si Mishra no podía tener a Argoth a sus pies, nadie más lo haría. Una debilitada Titania pedía ayuda a Gaea para tratar de reforestar los terrenos destruidos, pero algo que había nacido y florecido durante años, no podía crecer en días.


Urza veía en la resistencia de Argoth la oportunidad de tener un aliado en contra de su hermano, pero los intentos de establecer diplomacia se veían aplastados por las fuerzas naturales que Gaea enviaba a la isla. La diosa no estaba dispuesta a permitir el abuso que se había dado en el continente de Terisarie. Los habitantes de Argoth se unieron junto con los elfos para defender su hogar de los invasores humanos. Sucedieron ataques importantes en los que elfos, centauros y arbóreos hicieron daños masivos a ambos ejércitos. A ellos se les unieron pumas, lobos y otros animales salvajes, todos armados toscamente, quienes luchaban con pasión por su tierra dañada.



Harbin habló con su padre y se ofreció de voluntario para tratar de dialogar con la protectora del bosque, Titania. Urza, ocupado diseñando y construyendo máquinas de batalla que usaría en el asalto planeado contra su hermano, tenía ya poco interés en un diálogo, pero lo permitió. A Urza le importaba más el evitar gastar recursos en una guerra contra los “nativos”, como los llamaba. Así fue como Harbin logró un entendimiento político con los elfos y Titania.

– Hablo en nombre de la reina Titania. Titania habla por la diosa Gaea, más generosa y todopoderosa. La isla de Argoth está bajo la protección de Gaea y es el hogar de sus hijos. Usted y los suyos no son bienvenidos. El mensaje es que deben irse. – dijo el portavoz. El mensaje era contundente, pensó Harbin, pero respondió.
– A nombre de los reinos combinados de Argivia, Korlis y Yotia del continente de Terisarie… a nombre de su Señor Protector del reino, Urza, el Maestro Artífice… Mi nombre es Harbin, hijo de Urza, y vengo a dialogar en su nombre.
El portavoz se acercó a Titania y ella sonrió. El portavoz volvió a transmitir el mensaje.
– La Reina Protectora sabe quien es usted… ella quiere saber si entiende lo que acabo de decir.
– Dile que he escuchado sus palabras, pero nuestra gente no saldrá de esta isla.
– Entonces tu pueblo morirá aquí – dijo Titania, con voz serena – Ustedes han profanado la tierra y deben ser castigados. Esa es la Ley de Gaea.
– Si me permite mi señora, usted debe saber que mi pueblo necesita los recursos que esta tierra provee. Estamos en guerra contra un poder incluso mayor y oscuro y necesitamos…
– Sé quién eres y lo que eres. No eres bienvenido aquí. Debes irte. – interrumpió tajantemente Titania.
– El hermano de mi padre amenaza a nuestra tierra con grandes máquinas de destrucción. Sin los recursos de esta tierra no podremos hacer frente a Mishra. Si no lo detenemos, él encontrará esta tierra y también la destruirá.
– Su enemigo ha encontrado ya nuestra tierra. – soltó Titania con un pesar en su voz.
– Entonces si ustedes se alían a nosotros podremos…
– ¿Hablas de alianzas? Como tus alianzas con los enanos de las Montañas Sardianas… tus alianzas con la gente de las planicies Malpin… todos ellos subyugados a exterminados en tu continente de Terisarie. ¿Es ese el destino de sus aliados?
Harbin se quedó sin habla. No estaba orgulloso de esa parte de la historia de su padre, aunque él era un niño cuando pasaron tales eventos, siempre supo que las decisiones de su padre podrían a llegar a ser extremas o sin consideración a otros.
Entonces Titania se levantó de su silla y rígida gritó haciendo que todos los presentes dieran un paso atrás. La protectora del Bosque se agitó y recobrando la compostura, dirigió una mirada a Harbin. Cuando ella miró a Harbin, sus ojos le parecieron pozos profundos, pero de pronto le pareció fatigada y demacrada.
– Ustedes los invasores… apestan. Huelen a metal y aceite. Ambas partes saquean nuestra tierra y ambas partes serán expulsadas. Argoth no es su tierra, no les pertenece, Harbin, hijo del Artífice, a ti, ni a tu padre o su hermano. Vete ya y diles a los líderes este mensaje: “Váyanse ahora o serán expulsados por la fuerza”.
Harbin fue escoltado por el Portavoz hacia las afueras del recinto. Caminaban en silencio cuando el Portavoz soltó una pregunta.
– ¿Por qué llegaste en ese dispositivo volador?
– ¿El ornitóptero? No quería dañar el ecosistema, además de la manera más rápida de llegar.
– Fue una demostración de poder – respondió el portavoz.
Harbin se sintió turbado. No quiso admitirlo, pero la verdad era esa. Sin embargo ya no se sentía tan seguro de que los elementos que manejaba Titania o Gaea fueran débiles. Las fuerzas antiguas de la tierra jamás lo han sido.
– ¿Crees que ustedes son el primer imperio que depende de la tiranía, qué depende de las máquinas? – soltó el portavoz.
– No… no claro que no.
– Ustedes no son el imperio Thran. Utilizan sus mismos trucos, pero no son ellos.
– ¿Cómo sabes de los Thran?
– Nosotros sabemos… Nosotros somos la tierra… somos Dominaria. Y ustedes se dirigen a su mismo destino.
Las palabras resonaron en la mente de Harbin.
Tanto los ejércitos de Urza como de Mishra no tuvieron tregua. Con la bendición de Gaea y de Titania, un solo guerrero elfo era regenerado por el entorno, mientras que humanos de uno u otro bando eran derrotados. Aun así, la táctica no cambiaba, los habitantes del bosque evitaban una gran confrontación y seguían atacando en forma de guerrilla. Las sacerdotisas de Titania hacían crecer el bosque y, entre más árboles caían, más semillas plantaban. Sin embargo, las máquinas de Urza y Mishra también fueron modificadas para ser más rápidas y extraer más recursos en áreas más grandes. La máquina le empezó a ganar terreno al bosque, tanto que, mientras se acercaba la batalla final entre los ejércitos de los hermanos, los ataques furtivos de elfos, arbóreos y bestias, dejó de ser punto de interés para el gran desenlace.


Adaptación del poema épico The Antiquities War, escrito por Kayla bin-Kroog

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