Finalmente, después de más de 3200 años sin volver, Urza llegó a Dominaria. Ambos, Urza y Xantcha, se instalaron en una aldea remota, retomando la cultura y recolectando información de diversas partes del plano. Xantcha se dio cuenta de que el nombre de Urza no era bien recibido en el plano natal del artífice. Urza, Mishra y la Guerra de los Hermanos eran vistos como parte de un pasado remoto, pero que había traído al plano gran sufrimiento. Saber esto le causó a Urza sentimientos encontrados, además, los fantasmas del pasado volvieron.
Habiendo construido un refugio en el cual pasar desapercibidos, Urza rápidamente se volcó en su soledad. Su locura se incrementó, al punto en el que empezó a hablar con fantasmas llamándolos por el nombre de su hermano. Urza estaba tan obsesionado con el pasado y la corrupción que sufrió Mishra que incluso por momentos no reconocía a Xantcha.
- Urza, debemos hacer algo. Debes enfocarte. No solo nosotros fuimos capaces de regresar aquí. Lo que sea que te haya mantenido a raya, mantenía a raya también a Phyrexia, pero ya no más – sentenció Xantcha.
- ¿Por qué aceptaste que te convirtieran, Mishra? ¿Tanto era tu odio? – dijo Urza sin voltear a ver a Xantcha.
- Urza… Phyrexia está aquí… Dominaria tiene agentes por todos lados…
- Siempre fuiste mejor con las palabras… así te ganaste a Kayla…
Urza se obsesionó con el pasado. Dibujaba diagramas y construía pequeñas maquetas analizando su vida como mortal. Pensaba en sus encuentros con Mishra para tratar de entender y encontrar una forma en la que su hermano pudo haber sido salvado. Urza no necesitaba dormir o alimentarse, por lo que podía pasar días ensimismado en sus pensamientos.
Xantcha estaba desesperada y frustrada. No podía escuchar más las descripciones que Urza le repetía una y otra vez de su hermano. Cada vez que ella trataba de hablar, Urza se mostraba distante y Xantcha comenzó a ausentarse. La locura de Urza alcanzó nuevos niveles, al grado que ni siquiera supo de las ausencias de Xantcha.
Llegado el momento, Xantcha abandonó a Urza.
ooo
Después de un mes de haber vivido solo, Urza observó cómo dos figuras se acercaban a la confinada cabaña. Sus ojos y mente reconocieron a las dos personas, pero la duda lo invadió.
- Xantcha, ¿dónde has…? – Fueron las palabras de Urza.
- Tuve que irme, para encontrarlo. Te podrá ayudar - respondió Xantcha.
- ¿Así recibes a tu hermano? – interrumpió el extraño.
- ¿Mishra? – preguntó Urza.
Urza miró bien al hombre que estaba al lado de Xantcha. Después de todos éstos años su hermano estaba ahí parado, frente a él. A pesar de todo lo que la mente de Urza había vivido durante los últimos años, imaginando a su hermano y hablando con él, Urza no estaba preparado para un encuentro amigable. Urza levantó su mano y lanzó un hechizo lleno de furia. Xantcha empujó a Mishra fuera del rango de la explosión.
- ¡Urza! ¡Detente! ¿Por qué haces esto? – gritó Xantcha.
- Él solo es el primer Mishra… ¡vendrán más!... Tal y como los he estado viendo… Vienen y se van… tratándome de debilitar.
- ¡No! ¡Él es el verdadero Mishra! – exclamó Xantcha, colocando sus ojos hacia el hombre que se estaba levantando.
- ¿Por qué estás tan segura? – preguntó Urza.
- Obsérvalo bien… tus ojos podrán ver a través de él y darse cuenta que no es máquina – le sugirió Xantcha mientras Urza hacia caso rápidamente.
- ¿Pero cómo es posible que esté vivo después de siglos? – preguntó Urza, aún con el brazo apuntando.
- Yo responderé eso. Todos estos años estuve atrapado en una cámara de estasis en Koilos, hasta que Xantcha me rescató.
Urza y Mishra empezaron la primera de muchas conversaciones esa noche. En un principio, Urza estaba escéptico ante lo que veía, pero conforme Mishra se fue desenvolviendo y hablando de sus artefactos e incluso antiguas anécdotas, Urza bajó sus barreras y sus dudas empezaron disiparse. Confío en la historia de la cámara de estasis en la cual su hermano había estado suspendido durante todo éste tiempo. Conforme Urza se sintió más cómodo con Mishra, éste le habló de la invasión de Phyrexia y sus deseos de que ambos unieran sus fuerzas para evitar el ataque. Xantcha intervenía de vez en cuando para terminar las conversaciones, “Urza, tu hermano no es un planeswalker, él necesita comer y descansar”, le recordaba. Urza empezó a diseñar las armas que combatirían a Phyrexia.
- Los agentes phyrexianos están en todas partes. Muchos de ellos incluso son grandes líderes guerreros entre naciones. Deben ser destruidos. Phyrexia no debe estar presente antes de una Invasión. Con los líderes ya corruptos, ante la invasión cederían o se rendirían sin oponer resistencia. Necesito su ayuda – Urza se dirigía a Xantcha y a Mishra –. Esto nos tomará tiempo y debemos estar enfocados… Sé que ambos han desarrollado una especie de relación… les pido que eso no interfiera en el objetivo máximo.
Urza se había dado cuenta de que la relación entre Mishra y Xantcha se había desarrollado románticamente, pero no le sorprendió. Recordaba que Mishra siempre había conquistado sin mucho esfuerzo a las mujeres que lo rodeaban. Todo el tiempo que había compartido con Xantcha había hecho que la considerara una verdadera amiga y aliada. Por su mente no pasaron celos.
- No hay razón para avergonzarse, Xantcha. – Soltó Urza, una tarde en la que se encontraba solo con Xantcha en su taller -. Mishra es un hombre joven y tú prefieres verte como mujer. Los he oído reír. Busqué en mi memoria y jamás te oí a ti o a él tan feliz. Eso le hace bien a mi alma. Después de llevar a cabo mi diseño me iré y los dejaré solos, como pareja.
Urza, ya enfocado en su objetivo, pensó en un plan: un efecto que colapsaría a todo agente phyrexiano que estuviera en Dominaria. Tomó la idea del Sylex que había causado la desaparición de la isla de Argoth y destruido el continente de Terisarie, pero esta vez no causaría destrucción, sino solo la muerte de aquellos contaminados por Phyrexia.
- ¿Estás seguro de poder controlarlo? – preguntó Mishra a Urza.
- He hecho los cálculos correctos. Gracias a las incursiones que han hecho tú y Xantcha por mí, he llevado a cabo pruebas con material genético de Phyrexia. En un radio de un kilómetro he destruido toda vida envilecida por Phyrexia y nada más se ha visto afectado. Incluso Xantcha no ha sido afectada por la reacción.
- Gracias a la sonda que diseñaste para mí – intervino Xantcha.
- Aun debes de trabajar en el dolor de cabeza que causa– mencionó Mishra tocando su cabeza.
- ¿Dolor de cabeza? Un pequeño precio para deshacernos de esos indeseables. – respondió Urza.
- En verdad los libros te describen bien… un hombre que alcanza lo que se propone sin importar las consecuencias – sentenció Mishra.
Urza miró a su hermano, extrañado, pero no dijo nada más. Xantcha le lanzó una mirada a Mishra de advertencia y ésta rápidamente cambio el tema.
- Yawgmoth pasó eones tratando de cubrir a Phyrexia con carne para pasar desapercibidos entre humanos. Esas personas son agentes phyrexianos y están en todos lados.
- ¿Cuándo llevaremos a cabo el plan? – preguntó Mishra.
- Un par de semanas más. Necesito aún más materiales para las “arañas”.
- Mañana saldremos a conseguirlos – finalizó Xantcha.
A la mañana siguiente Mishra y Xantcha salieron temprano a buscar partes usadas para las “arañas” de Urza. Se dirigieron a la nación de Eufan Pincar.
- No deberías juzgar tanto a Urza por libros. – soltó Xantcha.
- ¿Lo dices por lo de ayer? ¿Qué quieres que te diga? Son muy comunes las historias de Urza y Mishra. Unas son leyenda, otras están escritas. Me la pasé leyendo ese tipo de libros fascinado en saber como un par de hombres definieron el destino de todo un mundo…
- Sus intenciones son buenas.
- No porque una persona haga algo con buena intención, quiere decir que sus acciones sean las correctas. El infierno está lleno de buenas intenciones.
- Tú no sabes lo que ha sufrido por la pérdida de su hermano, no lo has conocido como yo. Recuerda que no eres Mishra.
- Lo sé. Soy Ratepe, un esclavo que tuvo la suerte de parecerse físicamente al hermano del causante de que éste mundo sufriera un cambio climático que duró más de 3000 años.
- Tu cinismo me reconforta, Ratepe. Hace que parezcas aún más a Mishra.
La mente de Xantcha recordó lo que alguna vez consideró un buen plan: En sus deseos de ayudar a Urza a liberarse de su locura, se propuso a encontrar a alguien que se pareciera a Mishra para que interactuara con Urza, con la esperanza de que, al hacerlo, pudiera al fin estar en paz con su hermano. Utilizando la descripción del libro de La guerra de los Artefactos, que había escrito la esposa de Urza, y por las descripciones que le había escuchado al propio planeswalker, dio con Ratepe, quien era un esclavo a punto de ser ejecutado. Una vez liberado, ambos sintieron una gran atracción y se enamoraron, pero Xantcha no dejaba de recordarle la razón por la que lo había liberado. La voz de Ratepe la devolvió al mundo real.
- Yo sé quién soy. Soy Ratepe y estoy harto de hablar de Urza. Háblame más de ti, Xantcha.
- No te he mentido, Ratepe – respondió Xantcha – No sobre las cosas importantes. Los phyrexianos son reales y Urza es el único con poder para destruir a Phyrexia.
- Pero el cerebro de Urza está podrido, ¿no?
- Tú lo estas sanando, Ratepe.
- ¿Mishra o yo? – sentenció con una sonrisa pícara el joven.
- Bueno, tú sabes a lo que me refiero…
- ¿Eres tan vieja como él? – preguntó Ratepe.
- No, pero soy phyrexiana.
- Urza, ¿lo sabe?
- Se lo he dicho, pero él cree que fui una mujer raptada y modificada como lo fue Mishra. Nunca ha aceptado que nací en Phyrexia.
- Entonces soy un simple mortal, mascota de dos seres inmortales.
Xantcha sintió pena por Ratepe. Quería disculparse. En la mente de Xantcha, una vez acabaran con Phyrexia, ella podría vivir el resto de sus días junto a Ratepe y todo estaría bien.
Era el final feliz que la phyrexiana esperaba.
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