La incursión de Urza al plano de Phyrexia lo había dejado vulnerable ante el Amo de las Máquinas, quien no dudó en mostrarle la grandeza adquirida a través de milenios.
Urza, en su mente, comenzó a ver imágenes de todo Phyrexia. Las imágenes le mostraron a quien seguían los phyrexianos. Le mostraron quien era el amo. Urza escuchaba cánticos guturales, que al principio no entendía, pero poco a poco la fonética se le hizo familiar. Sin embargo, el dolor y la desesperación aumentaron cuando la voz del Inefable se dirigió a él.

“Del vació evolucionó Phyrexia. El Gran Yawgmoth, el Padre de las Máquinas vio su perfección y la Gran Evolución comenzó.
¡Padre de las Máquinas! Tu diseño nos moldea y las cicatrices bailan en nuestra gloriosa carne.
El Gran Yawgmoth se mueve a través de los mares de hueso y óxido. Lo exaltamos en la vida, en la muerte y entre ambas.
Que el débil se alimente del débil para divinizar la naturaleza de la fuerza.
La ceniza es nuestro aire, la oscuridad nuestra carne.”

“¿Crees que eres un ingeniero artífice notable, planeswalker? ¡No eres nada! ¡Yo, Yawgmoth, soy el Amo de las Máquinas!”
La mente de Urza cedió y, débil, le mostró que no podría ganar, nada podría enfrentarse al Dios Oscuro que esperaba en la Novena Esfera de Phyrexia. Si Yawgmoth quisiera, podría destruirlo a él con un pensamiento. Urza conoció su nombre y con ese nombre comenzó a enloquecer. Urza comenzó a darse cuenta lo poco que podría hacer en contra de Phyrexia. La mente de Urza cedió. Ellos, los phyrexianos, ganaron. Yawgmoth, el Inefable, ganó.

El cuerpo de Urza se relajó, esperando el fin que sólo el Amo de las Máquinas podría darle. La voz de Yawgmoth parecía más estruendosa dentro de la mente de Urza, llenándolo de pensamientos pesimistas y haciéndolo caer. Sin embargo, Urza comenzó a escuchar una voz familiar, que lo llamaba, lo cual lo hizo salir momentáneamente del trance. Urza vio cómo una figura femenina corría hacia él.
- ¡Urza! ¡La tengo!... ¡Urza! ¡Vámonos, tengo mi heartstone!
Xantcha se acercaba a Urza, seguida de una horda de phyrexianos. En ese momento, Urza recordó porque estaba ahí.

Xantcha había conseguido burlar la seguridad y había recuperado su corazón, su heartstone, con el cual ningún magistrado podría amenazarla con destruirla. Ahora ella era dueña de su destino. No más señalamientos de que era una phyrexiana defectuosa, ella sabía que pensar por sí misma no era ningún defecto. Recuperar su corazón no había sido fácil, pero la conciencia colectiva que compartió con el plano cuando fue creada, le había dado la información necesaria. En la Cuarta Esfera había encontrado un túnel de deshechos por el cual entro a la cámara donde se almacenaban los corazones de todos los phyrexianos. Xantcha buscó su verdadero nombre y supo en que columna estaría. La distracción que había supuesto Urza para el plano, había activado las alarmas, pero los phyrexianos estaban concentrados en repeler el ataque del planeswalker.
Xantcha pensó en Urza mientras tomaba su heartstone. Llevaban ya conviviendo 300 años, y todo este tiempo Xantcha se había visto a si misma como una oportunista. La cruzada de Urza, para ella sólo era la forma de recuperar algo que le pertenecía y le habían arrebatado al nacer. Sin embargo, ambos buscaban una meta en común y eso había sido cimiento suficiente para la amistad que habían desarrollado a lo largo de todos esos años. Mientras corría hacia Urza, lo que vio no le agrado.
Urza deliraba de dolor y emitía sonidos mientras tomaba su cabeza con ambas manos.
- Urza, escúchame, debemos irnos…
- No… ¡No!... fui un tonto…
- Urza, debes concentrarte, debes activar tu chispa…
- No puedo, Xantcha… algo me lo impide… si él quisiera ya nos hubiera matado…
- Debes hacerlo, ¡no lograremos regresar al portal! ¡Escúchame, Urza! La venganza se está desvaneciendo. ¡Tienes que irte ahora!
Los ojos de Urza la miraron y Xantcha sintió miedo. Quiso decir una palabra, pero no logró terminarla: “Yawg…”.
El Inefable. El nombre que no debía ser dicho. Xantcha lo sabía, todos lo sabían.
Urza se concentró, mientras su mente estaba en conflicto con las voces de Yawgmoth y de Xantcha. Quizá no podía viajar a Phyrexia o entre las esferas de Phyrexia, pero su mente comenzó a pensar en las Eternidades Ciegas y en todos los planos a los cuales había viajado. Urza y Xantcha estaban a punto de ser destruidos por hordas de phyrexianos cuando, de pronto, desaparecieron.

Yawgmoth fue claro en su orden: Urza debe ser destruido. Las jaurías de perros phyrexianos tenían ya el olor de los intrusos, gracias a las piezas de la armadura de Urza. El círculo Interno se dio la tarea de mejorar sus dispositivos de destrucción. Un nuevo pensamiento recorrió Phyrexia de parte de su amo: “invoquen a Gix”.
El daño hecho a Phyrexia había sido considerable, para haber sido un solo hombre el perpetrador. Yawgmoth no dejaría esa osadía sin castigo.

ooo
Abatido por haber fallado en su misión y sufriendo de momentos de locura por su encuentro mental con Yawgmoth, Urza viajo entre planos por varios años junto con Xantcha. Por iniciativa de la propia Xantcha se mantenían moviéndose sin plan y de manera errática, esperando no ser descubiertos.
La locura de Urza iba y venía. A veces platicaba largo y tendido sobre su vida pasada como mortal, lo cual fascinaba a Xantcha, pero otras veces, era cruel con la mujer. La depresión de Urza tocó fondo cuando Xantcha sugirió viajar a Dominaria, el plano natal de Urza. Sin embargo, Urza pronto se dio cuenta de que había un poder, originado desde el mismo plano de Dominaria, que le impedía acercarse. “Es como si mi propio hogar no quisiera que yo pudiera entrar”, le explicó Urza a Xantcha. Urza culpó a la mujer por su idea de tratar de regresar.
Eventualmente, Xantcha se cansó de tantos viajes y deseo poder estar en paz en algún lugar que fuera suyo y que pudiera amar. Le sugirió la idea a Urza y éste aceptó. Ambos encontraron un lugar agradable en el plano de Moag, un plano agrícola, con civilizaciones simples y un suelo rico para cosechar. Xantcha paso entonces sus días arando la tierra y viendo crecer sus cultivos. Después de años de estar huyendo de los phyrexianos, éste modo de vida pacífico fue agradándole. Pero los problemas estaban en casa: Urza pasaba su día convencido de que debía generar un ejército de billones para hacerle frente a Phyrexia.
- Logré llegar a la Cuarta Esfera sólo… con un poco de ayuda extra podría dar un golpe aún más letal… le comenté la idea a Falg, el hombre de la tienda donde vendes la cosecha… me dijo que estaba loco.
- No hagas caso, es sólo que ellos no saben de lo que hablas – atajó Xantcha.
- Pero tu si Xantcha… Debes ayudarme… no podemos dejar que Phyrexia siga destruyendo vidas como la tuya, como la de mi hermano… Mishra.
Cada vez que Urza mencionaba a Mishra, caía en depresión por días. Esto obligaba a Xantcha a perder incluso cosechas enteras por tener que cuidarlo. Urza podía tornarse difícil, pero era en estas fases de locura, cuando Xantcha más aprendía de la vida pasada del planeswalker. Urza le hablaba de los días en que conoció a su antigua maestra Tocasia, así como del cariño que sentía hacia su hijo y esposa: Harbin y Kayla. Estos episodios melancólicos terminaban en rabia cuando Urza se daba cuenta de que ellos ya debían de estar muertos desde hacía siglos, mientras él aún vivía. La furia de Urza crecía, cuando recordaba que el mismo plano de Dominaria, mediante el hechizo de Gaea, le impedía regresar.
Una mañana durante uno de sus frecuentes viajes a la villa más cercana, Xantcha comenzó a sentirse vigilada. Incluso notó que Falg, el dueño de la tienda, había cambiado sus formas hacia ella. Ya no le sacaba plática e incluso la invitaba a que hiciera rápido sus compras. No tardó en darse cuenta de que había agentes phyrexianos en el plano de Moag. Xantcha se debatía entre decirle a Urza y huir o quedarse a defender la vida que había empezado a amar.
- No tiene caso quedarnos… Estamos poniendo en peligro al plano completo… Fueron unos buenos años, pero es obvio que llamamos la atención. Mientras todo envejece y muere, nuestra inmortalidad se nota. – le dijo Urza a Xantcha.
- Tienes razón. Quizá debemos empezar a enfocar nuestro tiempo en un plan para destruir a Phyrexia.
- Sí, pero empecemos por liberar al plano de Moag primero.

Urza se dio cuenta de que no habría ningún plano, en el cual él pudiera vivir, sin estar al acecho de Phyrexia. Eso lo enfureció. Destruyó a los phyrexianos que empezaban a dejarse ver por los alrededores e incluso tuvo que destruir a algunos agentes que se hacían pasar por nativos. Urza supo que Yawgmoth sabría que él y Xantcha estaban en Moag y el plano dejaría de ser seguro.
Urza y Xantcha comenzaron, una vez más, su peregrinaje a través de incontables planos, pero ambos ya enfocados en un plan. Urza mejoraba cada vez más su armadura, e incluso confeccionó una para Xantcha, pero algunos objetos se olvidaban o se perdían con los cambios constantes de lugar. Phyrexia enviaba a sus mejores creaciones, las cuales evolucionaban en cada encuentro, haciendo que cada escuadrón fuera más mortífero que el anterior. Un ataque, tuvo la mala suerte de darse justo cuando Urza deliraba, hablando de máquinas y de su hermano. El escuadrón de negators fue eficaz al destruir las defensas de la armadura que portaban Urza y Xantcha. Con ambos heridos, a merced de cientos de phyrexianos, y Urza delirando, hicieron que Xantcha diera todo por perdido. La mujer se dio cuenta de que no podrían continuar si Urza seguía cayendo en depresión por la suerte de su hermano, “pero ya es demasiado tarde” pensó.
En un instante de lucidez, Urza logró viajar entre planos. Cuando el viaje hubo terminado, sus ojos vieron un lugar pacífico lleno de maná blanco. A su alrededor el horizonte presentaba nubes y ciudadelas flotantes. Urza sonrió antes de quedar inconsciente.

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